Dos tercios de la superficie de nuestro planeta están cubiertos por las aguas. Los océanos, gigantescos espacios de agua de extensión y profundidad asombrosos (el océano Pacífico, por ejemplo, cubre prácticamente la mitad de la esfera terrestre), siguen escondiendo numerosos misterios para la gente. Lo que sabemos sobre los océanos es, incluso, menos que lo que sabemos sobre el espacio. En este gran volumen acuático existen animales que nos impactan con su rareza, tamaño y poder.
En abril del año 2003 encontraron un calamar de 15 metros de largo en la costa de Canadá. Llevaron el animal gigante a un centro de investigación. Los científicos midieron sus tentáculos y llegaron a la conclusión de que se trataba de una especie nueva, desconocida hasta ese momento. Este fue sólo uno de los innumerables hallazgos de enormes moluscos de los últimos tiempos.
Los científicos gastan millones de dólares intentando atrapar o por lo menos fotografiar a estos animales de las profundidades. Sin embargo, costosas y tecnificadas expediciones no han logrado resultados aún. Ningún científico ha podido observar un calamar gigante vivo en el océano. Los pescadores ven monstruos vivos enormes a veces. En general, sus historias se tomaban como cuentos —antes de que los cadáveres en las playas comprobaran que tienen al menos algo de verdad—, quizás a causa de las viejos cuentos de marineros cantando por estar borrachos por el ron.
Un periódico canadiense publicó una historia muy interesante en 1955, relatada por un grupo de pescadores. Estos hombres dijeron que su barco se había acercado a algo extraño en el mar. Al principio no podrían determinar si era una ballena muerta o una medusa gigante. Cuando la nave se acercó al animal extraño, uno de los pescadores se inclinó sobre la borda, intentando enganchar el animal para subirlo. En cuanto el gancho de acero se clavó en el cuerpo gelatinoso, surgió de él un tentáculo enorme. El pescador cayó sobre la cubierta, con la cara blanca por la impresión. El impacto emocional fue tan fuerte para este hombre que tuvo que permanecer en cama hasta que el barco llegó el puerto. En esa época se le prestó a estos testimonios la misma atención de siempre, pero ahora se descubre que el episodio tuvo lugar no muy lejos de la localización en donde fue encontrado el cuerpo de un calamar gigante muerto.

Pesca no habitual
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La ciencia moderna sabe muy poco sobre estos monstruos gigantes del mar. Se sabe que viven en profundidades de casi 2.000 metros. Las proporciones de estos seres son impresionantes. En un museo norteamericano hay un objeto único: el ojo de un calamar del tamaño de una pelota de fútbol. Unos pescadores encontraron este ojo enorme en el estómago de una ballena de esperma (cachalote). Los cachalotes son ballenas dentadas que pueden llegar a los 18 metros de longitud y gustan de los calamares, especialmente si tienen un tamaño conveniente para sus estómagos. Por lo general se conforman con animales pequeños que pesan entre cuatro y seis kilos, tragando una docena de ellos al mismo tiempo. Si el cachalote se encuentra con un calamar gigante de los más grandes, se debe producir una lucha titánica. Los científicos creen que la que gana la batalla es la ballena, y que ésta se come al rival derrotado. Muchos cachalotes, sin embargo, muestran en sus cuerpos las marcas de estas batallas. Recientemente, los científicos japoneses han llevado a cabo un curioso experimento en el Océano Pacífico, no lejos del foso de las Marianas, la fosa más profunda del mundo. Pusieron un recipiente con un señuelo oloroso en el fondo del mar, equipado con una cámara de vídeo. El olor del señuelo atrajo tiburones de las profundidades. Un minuto después los tiburones se dispersaron y los científicos japoneses vieron un monstruo gigante. El enorme animal nadaba lentamente sobre el objetivo a una profundidad de un kilómetro y medio. Su cuerpo tenía 60 metros de largo. Los científicos todavía no saben qué clase de animal era, y sólo les quedó conjeturar. Es probable que fuera un tiburón llamado "giant sleepy shark" en inglés (tiburón soñoliento gigante), un gran animal que vive en las profundidades del océano y del que se sabe muy poco. Nadie ha estudiado uno vivo aún.
Sólo se ha visto el cadáver de uno de estos tiburones, que apareció en la costa de Indonesia en 1964. Tenía 26 metros de largo, pero podría alcanzar un tamaño mayor, ya que aún no era adulto.
Otros misterios parecen ser más recursos de atractivo turístico que otra cosa, como el renombrado monstruo del lago Ness, en Escocia. También dicen que hay uno en el lago Nahuel Huapi, en el sur Argentino y otro en el lago Champlain, en Vermont, Estados Unidos. Sin ponerme en posición de excéptico, digamos que se da la casualidad que todos esos son lugares de turismo.

Imagen famosa tomada en el lago Champlain
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Sin embargo, es un tema en el que no está todo dicho. Se han llevado a cabo allí investigaciones de todo tipo, algunas muy costosas, aún cuando en general existe un elevado escepticismo. Pero también existen las dudas, y no porque sí. Cada tanto se renuevan los avistamientos, aunque siempre casuales y desprevenidos. Ninguno de los que se estacionan en esos lugares provistos de cámaras y otros equipamientos de detección parecen tener suerte. Aunque sí se han obtenido algunas pistas indirectas. Por ejemplo, en el lago Champlain, una mañana de junio de 2003 un grupo de científicos se quedó helado al oír en sus instrumentos una serie de sonidos chirriantes, similares a los que emiten las ballenas y delfines. Sólo que éstos viven en el mar y este lago está a kilómetros de él. No se ha detectado aún el monstruo (lo llaman "Champ", cariñosamente), y tampoco se ha determinado de dónde surgió ese sonido. En 1966, unos pilotos británicos que volaban sobre el lago Ness filmaron algo que parecía un monstruo nadando por el lago —material que ha sido interminablemente discutido— y desde entonces se han llegado a enormidad de conclusiones. Entre ellas, en boca de expertos, que de existir ese ser debería ser un plesiosaurio, un animal del grupo de los dinosaurios que, como todos ellos, se considera extinguido desde hace decenas de millones de años.

Cadáver de lo que se supuso un plesiosaurio hallado en el mar
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El 10 de abril de 1977, los pescadores del Zuiyo Maru, un barco japonés que trabajaba cerca de Nueva Zelanda, levantó en sus redes un extraño cadáver en descomposición. El cuerpo, que pesaba unos 1.800 kg y medía unos diez metros, tenía cuatro aletas de un metro por lo menos y parecía mostrar una cabeza muy definida al extremo de un largo cuello. Algo muy, pero muy parecido a un plesiosaurio.
Se tomaron fotografías, se lo midió y se guardaron muestras de tejido, pero no guardaron el cuerpo, ya que estaba muy descompuesto y el barco llevaba una carga de pesca con una alto valor comercial que se podía contaminar.
Dicen en un sitio que esta evidencia recogida fue examinada por un comité de alto rango de científicos oceanográficos japoneses. No mencionan un resultado de ese análisis. Sí informan que el Director de Investigación Animal del Museo Nacional de Ciencias de Japón (National Science Museum of Japan) dijo: "Parece que después de todo esos animales no están extintos. No es posible que haya sobrevivido uno solo. Debería haber un grupo". Pero algunos estudios indican que podrían haber sido los restos de un gran tiburón. Se puede ver un análisis muy completo, escéptico, en el sitio Sea-monster or Shark? Con esto último, hemos retornado a los monstruos marinos.
Arrastrándose sobre este mundo, lo más parecido que se puede encontrar a los horrendos animales extraterrestres que imaginamos en los cuentos —y no como los insectos y arañas, que son extraños e inquietantes pero pequeños, sino del tamaño suficiente como para tenerles miedo— son los pulpos y calamares. Éstos, junto a jibias y nautilus, son invertebrados que pertenecen al filum de los moluscos (phylum Mollusca) y dentro de él a la clase de los cefalópodos (Cephalopoda). El nombre indica que tienen sus extremidades en la cabeza, extremidades que son flexibles, hábiles, blandas pero fuertes: se les llama tentáculos. Hubo décadas enteras que la palabra tentáculo en un cuento significaba que allí había un extraterrestre.
Además de los pulpos que nos comemos preparados a la española, el más nombrado entre los cefalópodos, cuando se habla de monstruos en el mar, es el calamar gigante, que no es un mito sino un animal existente: el Architeuthis dux. Este monstruo marino de tamaño suficiente para dar vuelta un barco pertenece a la subclase Coleoideos (Coeloidea) —que tienen un solo par de branquias y una concha interna muy reducida o ausente—, al orden de los Teutoideos (Teuthida) —que poseen diez brazos y no tienen escudo protector en la zona apical de la concha (rostro)—, al suborden de los Oegópsidos (Oegopsina) —con ojo sin córnea—, y forman parte de la familia de los Architéutidos (Architeuthidae).
Hay otro decápodo gigante, que se consideraba casi mitológico hasta que fue encontrado un cadáver en la Antártida el año pasado. Forma parte de la familia de los Chirotéutidos (Chiroteuthidae). Su nombre científico es Mesonychoteuthis hamiltoni, tiene formas y características diferentes de las del Architeuthis dux y podría llegar a tamaños aún mayores que el que alcanza éste.
Al Architeuthis dux se le ha comprobado una longitud de 18 metros, pero se supone que puede alcanzar hasta 20 metros de longitud. Puede pesar más de 500 kilos. El otro, basándose en unos restos parciales que se encontraron en 1925 en el estómago de un cachalote, podría ser aún mayor, con 28 y aún más metros de punta a punta. Hay que tener en cuenta que muchos de estos metros están compuestos por los largos tentáculos prensiles (dos) que tienen los calamares.

Un Architeuthis dux hallado en España
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Pero hay indicios de que pueden existir calamares mucho mayores que estas especies conocidas de Architeuthis y Mesonychoteuthis. Como siempre cuando se habla de misterios, las creencias vienen en primer lugar por testimonios de marinos que dicen haberlos visto, testimonios que, por supuesto, no son valederos para los científicos. En 1903 se observó un calamar de cincuenta metros en Noruega, y en 1933 uno de veintidós en Terranova.
En ocasiones los cachalotes moribundos vomitan el contenido de su estómago. Algunos balleneros han observado en esos casos fragmentos desmesurados de brazos de calamar.
Además, en la piel de algunos cachalotes se han constatado enormes cicatrices de ventosas. De su diámetro, que llega a alcanzar hasta cuarenta centímetros, se puede calcular que fueron infligidas por calamares que, si pertenecen al género Architeuthis, deben tener hasta un centenar de metros de longitud. Si correspondieran a especies que poseen otras proporciones corporales sus dimensiones podrían ser menores, pero también mayores. La cosa es que no se conoce ninguna especie de calamar que posea ventosas tan grandes como las que pueden haber dejado esas marcas.
¿Cuántos secretos nos esconde aún el océano?
Hace muy poco se descubrieron poblaciones enteras de un primitivo pez de unos dos metros de longitud y de una especie de 400 millones de años de antigüedad, que estaba registrado entre las especies fósiles y extinguidas: el Celacanto. ¿Qué nuevas sorpresas nos puede ofrecer el océano, escondidas en sus abismos de kilómetros de profundidad?
La sensación de que aún no hemos visto todo en nuestro planeta ha impactado en la literatura y, por supuesto, en el séptimo arte. La historia del cine está plagada de calamares y pulpos gigantes. En las películas más viejas la cosa era simple: se asumía la existencia de estos monstruos gigantescos en las profundidades del océano, inexploradas aún, como animales naturales pero ocultos y desconocidos. Pero luego se comenzó a culpar de su aparición a las radiaciones, polución o cambios genéticos. En base a los últimos hallazgos en playas de todo el mundo de cuerpos de calamares gigantescos, no parece que este último fuera un recurso muy necesario.
Muy pocas películas muestran cefalópodos que sean simpáticos con nosotros.
En un film de 1939 llamado "Killers of the Sea", un guardia de Florida se dedica a eliminar a los asesinos del mar que afectan el negocio de los pescadores del lugar, entre ellos un enorme pulpo. Se nota en esta película la concepción de otra época, ya que entre los "asesinos del mar" se cuentan tortugas y marsopas, hoy protegidas.
John Wayne encuentra la muerte en los tentáculos de un calamar gigante en "Wake of the Red Witch" (título convertido en "La venganza del Bergantín" en español), de 1948. Es una de las pocas veces que el famoso actor muere en una de sus películas.
Roger Corman hace de las suyas en "Monster from the Ocean Floor" (El monstruo del fondo del mar"). Un biólogo marino contrata a un submarinista para perseguir a su presa, un calamar gigante. Este hombre, interpretado por un jovencísimo Robert Wagner, encuentra al cefalópodo en una cueva, lucha con él y lo apuñala. Aquí interviene Corman, haciendo brotar mares de sangre roja del animal, cuando en realidad los cefalópodos tienen una sangre de color azul, basada en el cobre.